Con la celebración de la Santa Misa en el Parque del Tajo de Lisboa, ante un millón y medio de jóvenes, sacerdotes, religiosos, autoridades y voluntarios, concluyó la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, Portugal.
Fue una semana de eventos en la que participaron jóvenes de todo el mundo que aceptaron la invitación del Papa para reunirse, encontrarse, reflexionar y rezar sobre el tema elegido para la ocasión: «María se levantó y se fue de prisa» (Lc 1,39). Ya en la primera celebración eucarística, presidida el 1º de agosto en el Parque Eduardo VII por el Patriarca latino de Lisboa, S.E. el Card. Manuel Clemente, este versículo del Evangelio de Lucas mostró todo su «potencial»: los temas del levantarse, el partir y la prisa acompañaron a los jóvenes en cada cita de esta JMJ portuguesa.
El Papa Francisco, que llegó a Lisboa el 2 de agosto, en su encuentro con los estudiantes de la Universidad Católica Portuguesa habló de ser peregrinos, de querer «salir de la propia comodidad en busca de algo, caminando hacia un destino». Evidentemente, este viaje puede entrañar riesgos, pero nunca hay que dejar que el miedo nos desanime. Todo debe hacerse cuanto antes, prosiguió el Papa, centrándose en la ecología integral: «Debemos reconocer la dramática urgencia de cuidar nuestra casa común. […] Ustedes son la generación que puede ganar este desafío: no olviden que necesitamos una ecología integral, necesitamos escuchar el sufrimiento del planeta junto con el sufrimiento de los pobres; necesitamos poner en paralelo el drama de la desertificación con el de los refugiados; el tema de las migraciones junto con el de la desnatalidad; necesitamos cuidar la dimensión material de la vida dentro de una dimensión espiritual».
En este sentido, durante toda la JMJ, la «Ciudad de la Alegría» acogió a jóvenes precisamente sobre temas de ecología integral. Entre los organizadores se encontraban también los hermanos de la Oficina General de JPIC (Justicia, Paz e Integridad de la Creación), que junto con otros 45 hermanos y voluntarios del Movimiento Laudato Si’ organizaron una serie de eventos a lo largo de toda la semana. Fr. Daniel Rodríguez Blanco, Director General de JPIC, comentó la experiencia: «Durante esta JMJ 2023 hemos reflexionado, rezado y celebrado nuestra fe con el Papa Francisco. La justicia, la paz y el cuidado de la creación han estado presentes en cada uno de los momentos vividos con él. Vivir estos valores cristianos y franciscanos es una alegría y, como nos dijo el Papa, una alegría misionera». La Oficina General de JPIC, con 45 frailes voluntarios, ha querido dar testimonio de ello en la Iglesia de San Antonio y en la Ciudad de la Alegría. Gracias Lisboa!».
Pero la JMJ no es sólo alegría, y así quedó patente durante el Vía Crucis del viernes 4 de agosto: en una celebración muy empática y altamente emotiva, cada estación yuxtaponía los sufrimientos de Jesús con los de los jóvenes contemporáneos. Relaciones enfermizas, adicciones, dar la espalda a Dios, miedo a la soledad, a no triunfar, al futuro, incomodidad en la sociedad efímera de hoy, basada en las apariencias: dificultades ciertamente amplificadas por la pandemia, que a veces parecen no tener solución a los ojos de los jóvenes. El Papa Francisco señala el camino: «Jesús sale de sí mismo para caminar entre nosotros. […] Jesús emprende este camino para dar su vida por ti, por mí, por nosotros. Y nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos, que el que da la vida por los demás”.
Quizá el momento más íntimo de la relación entre el Papa y los jóvenes presentes llegó cuando les preguntó: «Ahora les hago una pregunta, que cada uno responda en su interior. ¿Lloro a veces?¿Hay cosas en la vida que me hacen llorar?». Y tras un momento de profundo silencio, casi increíble en un parque con cientos de miles de personas presentes, añadió: «Jesús, con su ternura, seca nuestras lágrimas escondidas. Jesús quiere llenar nuestra soledad con su cercanía. Jesús quiere llenar nuestro miedo con su consuelo«.
En la vigilia del sábado por la noche, tal vez el recuerdo más vivo que permanece en el corazón de los asistentes, el tema de la «prisa» de María, entendida no como ansiedad sino como deseo de hacer las cosas con urgencia, fue subrayado por el Papa Francisco en su discurso a los jóvenes: «¿Por qué María se levanta y va deprisa a ver a su prima? […] ¿Por qué va si nadie se lo ha pedido? María hace un gesto no pedido e indebido; María va porque ama. Esto es lo que nos hace el amor».
Hablando de la alegría de María, que acababa de recibir el anuncio del Arcángel Gabriel y la noticia del embarazo de su prima, el Papa Francisco definió la «naturaleza misionera de la alegría«: en un diálogo con los jóvenes hecho de preguntas y respuestas, el Santo Padre invitó a todos a llevar a los demás la alegría experimentada, a no guardarla para sí mismo. A continuación, se detuvo en las raíces de esta alegría: «Todos nosotros, si miramos atrás, tenemos personas que han sido un rayo de luz en nuestra vida: padres, abuelos, amigos, sacerdotes, religiosos, catequistas, animadores, profesores… Son como las raíces de nuestra alegría. […] Y del mismo modo podemos ser raíces de alegría para los demás». Para ser raíces de alegría para los demás, debemos levantarnos y ayudar a los que han caído, debemos levantarlos: «La única ocasión, el único momento en el que es lícito despreciar a una persona, es para ayudarla a levantarse de nuevo», dijo el Papa, dirigiéndose a los jóvenes y, quién sabe, quizás también a los adultos, que a menudo juzgan sin saber.
El Papa Francisco quiso expresar concretamente el mandato misionero para los jóvenes: «Les dejo estas indicaciones. Caminen y, si se caen, volvan a levantarse; caminen con un objetivo; entrénense cada día en la vida. En la vida, nada es gratis, todo se paga. Sólo una cosa es gratis: ¡el amor de Jesús! Así que, con esto gratis que tenemos -el amor de Jesús- y con la voluntad de caminar, caminemos con esperanza, miremos a nuestras raíces y sigamos adelante, sin miedo. No tengan miedo«.
La liturgia dominical de la fiesta de la Transfiguración del Señor fue la ‘culminación’ del viaje de los jóvenes a Lisboa. La belleza del rostro resplandeciente de Jesús y de estar juntos, que enfatiza Pedro, el deseo de permanecer en esa ‘burbuja’, lejos del caos y de las angustias de la vida, choca con lo que dice el propio Jesús: “Levántate y no temas” (Mt 17,7).
El Pontífice quiso dar a los jóvenes tres acciones concretas para llevar a la vida cotidiana: resplandecer, pero no bajo los focos de la mundanidad, sino a la luz del amor misericordioso y caritativo de Jesús; escuchar, porque es Dios mismo quien nos dice que escuchemos a su hijo amado (Mt 17,5); no tener miedo, ante los sueños incumplidos, los juicios de los demás, el desánimo, el no sentirse adecuados, el dolor y el sufrimiento, porque «la Iglesia y el mundo tiene necesidad de ustedes como la tierra necesita la lluvia».
Antes de partir, el Santo Padre se reunió con los voluntarios que han hecho posible la JMJ. Tras escuchar el testimonio de tres de ellos, refiriéndose a un lugar del océano famoso por la altura de sus olas, se despidió con estas palabras: «Con la ayuda de Dios, con tanta generosidad y apoyándoos unos a otros, han cabalgado esta gran ola: ¡son muy valientes! ¡Gracias, obrigado! Quiero decirles: sigan así, sigan cabalgando las olas del amor, las olas de la caridad, ¡sean surfistas del amor!».
La próxima JMJ tendrá lugar en Seúl (Corea del Sur) en 2027; antes, el Papa Francisco invitó a todos a participar en el gran «Jubileo de los Jóvenes» que se celebrará en Roma en el año jubilar de 2025.
Los textos íntegros del Santo Padre están disponibles en www.vatican.va.